Los Hermanos Capuchinos somos una Orden Religiosa que forma parte de la Familia Franciscana, concretamente una de las tres reformas surgidas de los frailes de San Francisco.
Estas tres reformas son: los Hermanos Menores Conventuales, los Hermanos Menores Observantes y los Hermanos Menores Capuchinos. Son ramas de la Familia Franciscana, autónomas, iguales en la raíz y en el tronco, diversas en su fisonomía externa, estilo y talante.
Es la riqueza de la pluralidad en la unidad querida por Cristo.
Los Franciscanos Capuchinos surgimos a partir de la experiencia de renovación de Fray Mateo de Bascio, Rafael y Ludovico de Fosombrone, en 1528.
Tenemos por fundador al propio San Francisco de Asís, y por espiritualidad la espiritualidad franciscana.
Los primeros Capuchinos subrayaban la vida de oración, pobreza, austeridad y fraternidad. Querían imitar a Francisco de Asís hasta en su porte externo; por eso iban descalzos, usaban barba y llevaban una túnica con una larga capucha puntiaguda. De aquí su apelativo de "Capuchinos", simplemente por la reposición que hacían del hábito original, en que destacaba un simple capucho largo.
En 1528 los Capuchinos fueron instituidos jurídicamente como "Frailes Menores de la vida eremítica", mediante bula de Clemente VII. Recibieron autonomía y dependencia similar a una provincia. Son así herederos del carácter Conventual e incluyen, en sus constituciones, elementos propios de los Ermitaños Camaldulenses.
En 1534 ya el nombre de Capuchinos llegó a serles asignado incluso en documentos oficiales de la Iglesia. Para entonces eran ya 700 hermanos. Pasaron a ser una Orden independiente por determinación de Pablo V en 1619, escindiéndoseles de los Conventuales; a los que los Capuchinos estuvieron ligados por 92 años.
En el siglo XVIII los Capuchinos llegaron a ser más de 34.000. Hoy somos en el mundo alrededor de 11.000 Hermanos y estamos presentes en 99 países de los cinco continentes.
La Curia general de la Orden está en Roma. El Ministro General es el Hermano Roberto Genuin, de Italia.
La simplicidad, el espíritu misionero, la cercanía al pueblo (en muchos sitios nos conocen como los "frailes del pueblo") y la vivencia de la vida fraterna en nuestras casas y apostolado, son signos visibles de nuestro estilo de vida, mientras que el énfasis en la vida de penitencia y de oración de los primeros Capuchinos debe ser reavivada.
Muchos son los frutos de santidad que ha dado esta orden, modelos como Félix de Cantalicio, Lorenzo de Brindis, Agatángelo y Casiano, Diego José de Cádiz, y más recientemente san Pío de Pietrelcina, fray Leopoldo de Alpandeire, y los recien beatificados mártires de la persecución religiosa.
La historia sigue para la Orden Capuchina que, a la luz del Evangelio y de los signos de los tiempos, sigue viviendo el espíritu de Francisco de Asís con toda su riqueza.