Durante generaciones, en el corazón de la Basílica de Jesús de Medinaceli, las melodías de su órgano han sido el alma sonora de nuestros ruegos y plegarias. Sus vibrantes armonías nos han ayudado a conectar con lo divino siendo el eco musical de nuestra fe.
El tiempo y otros factores, como el desgaste de las piezas, habían producido una considerable pérdida de calidez musical, así que en el año 2022 se abordó la restauración y afinado del órgano, teniendo muy presente que más que de un proyecto, hablábamos de un acto de devoción hacia el Cristo cautivo y rescatado.
El proceso de restauración y afinado del órgano es una fantástica obra de ingeniería donde encajan múltiples disciplinas: electricidad, electrónica, carpintería y acústica entre otras, en una armonía de máxima perfección. A cada lado de la consola, dos monumentales cajas de tres pisos albergan más de 6.000 tubos. Los de mayor tamaño producen sonidos más graves y los más pequeños dan color a las notas más altas. Para lograr el sonido perfecto, cada pieza cuenta con diferentes puntos de calibrado; por eso, el periodo de afinado es en sí mismo una obra maestra que nos está ocupando meses de dedicación. Todo está diseñado para devolver al órgano un sonido cálido, vibrante y único. Afinar cada nota es un acto de devoción, un gesto que, en conjunto, devuelve al Señor la gloria sonora que merece en este lugar sagrado.
No hay detalle demasiado pequeño, ni esfuerzo que escatimar, porque sabemos que este órgano es la voz viva de nuestra fe.
Una melodía guiando nuestras plegarias y honrando a Jesús de Medinaceli, Señor al que tanto le debemos. Porque cada acorde es mucho más que música… es una oración que lleva nuestras súplicas al corazón de Jesús.
Encontramos el órgano en lo más alto de la Basílica, junto a una enorme vidriera de la familia Maumejean, uno de los talleres más importantes a nivel mundial. Representa la llegada del Cristo de Medinaceli después de ser rescatado de manos musulmanas, en el siglo XVII.