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La Inmaculada

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La Inmaculada

Ya en los comienzos de la Iglesia, algunos santos como San Justino o San Ireneo se referían a la Madre de Dios como inmaculada. Siglos después, en el VIIº, se datan las primeras noticias sobre la celebración de esta fiesta en varios monasterios de Palestina, aunque no será hasta 1854 cuando el Papa Pío IX proclame el dogma de la Inmaculada Concepción. El eje de este dogma se refiere a considerar a María como la única persona en la humanidad que nació sin pecado original. 

La Inmaculada es Patrona y protectora de la Orden Franciscana desde el año 1644. San Francisco de Asís propagó esta devoción. Desde entonces, su expansión se debe a la predicación y defensa de esta por parte de doctores y teólogos franciscanos, como el Beato Duns Scoto que legó un argumento muy claro: “pudo, convino y lo hizo”. “Dios podía hacer a su Madre Inmaculada, convenía que lo hiciera por su misma honra, luego lo hizo”. 

Entre las muchas apariciones marianas, el 25 de marzo de 1858 en Lourdes, María se aparece a  San Bernardita y llena de luz se presenta con esta palabras: “Yo soy la Inmaculada Concepción”.

El Papa Juan Pablo II definió a nuestro país como “la tierra de María”. Miles de pueblos en España tienen su celebración en torno a la Virgen. El día 8 de diciembre celebramos el día de la Inmaculada Concepción, una festividad religiosa que con el tiempo se convirtió en nuestra fiesta nacional. En 1993, en el Santuario Mariano de El Rocío, pronunció estas palabras: “He pedido a María que siga concediéndoos, en la alegría de vuestra forma de ser, la firmeza de la fe, y engendre en vosotros la esperanza cristiana que se manifieste en el gozo ante la vida, en la aceptación ante el dolor y en la solidaridad frente a toda forma de egoísmo. ¡Que por María sepáis abrir de par en par vuestro corazón a Cristo, el Señor!”.

Desde la baja edad media, en las representaciones de san Joaquín y santa Ana, muchos artistas anticiparon el dogma al manifestar las bondades del fruto de su unión. Desde esos días, María se muestra como una criatura humana revestida de halos de magnificencia. Vestidos, luces y color ofrecen una imagen llena de sobrenaturalidad. Fue la voluntad de Dios quien la eligió a ella y todo se desea plasmar representando una criatura concebida sin pecado.

Más cerca de esos días y ya en nuestra iglesia, el 30 de noviembre de 1935 se inauguraba el nuevo altar de la Inmaculada, situado en la parte izquierda del crucero. El retablo, de madera policromada, es de Tomás Parés Pérez. Acoge una imagen tallada en madera policromada del siglo XIX de singular belleza. Cabeza, manos y pies de madera; el resto de Tela encartonada. De autor desconocido, procede del desaparecido convento de San Antonio del Prado. En la parte de la bóveda correspondiente al altar, se ven algunos frescos relativos a la Eucaristía. Fue trasladada a la capilla de Jesús en 1890, al ser derribado dicho convento. En 1947 se exponen en dos salientes del retablo las imágenes en talla de los arcángeles San Miguel y San Rafael. La primera más antigua, es de autor anónimo; la segunda, de Rafael García Irurozqui fechada el 28 de octubre de 1947. La Congregación del escapulario azul honra con fiestas especiales a la Reina de los cielos. 

Galería de imágenes

Primer plano de la Inmaculada
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Primer plano de la Inmaculada

Detalle de las manos
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Detalle de las manos

Detalle de la corona
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Detalle de la corona

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La capilla de san Antonio de Padua es la primera que encontramos, a la izquierda, según se entra en la iglesia. Ocupa la hornacina la imagen en talla de San Antonio, obra del escultor levantino Mariano Benlliure, plasmada en madera policromada en 1940.