San Antonio nace en Lisboa, en el año 1195. Desde los años de su infancia, Antonio se sintió fascinado y seducido por el amor a Cristo. Ingresó en la Orden de los Canónigos Regulares de San Agustín, y luego, se pasó a la Orden Franciscana. Como el apóstol Pablo podía decir: “La razón de mi vida es Cristo, y todo lo demás lo considero basura”. Lo importante para la Iglesia de hoy no es contar con muchos cristianos y vocaciones sacerdotales o religiosas, sino tener personas enamoradas de Cristo. 

La iconografía suele representar a san Antonio con un Niño Jesús en sus brazos. Ese detalle no es más que un índice de lo que fue su vida de fe y amor a Cristo.

Cuentan sus biógrafos que pocos días antes de su muerte, una noche tuvo una visión. Antonio, hidrópico y asmático, apenas lograba conciliar el sueño. En medio de sus sufrimientos, mientras oraba y reflexionaba sobre su fin inminente, se le apareció un Niño Jesús sonriente y luminoso, que alegró su corazón. 

En la imagen se comprende un conjunto de símbolos que expresan rasgos especiales de su personalidad. Uno de ellos es la imagen del Santo con un pan en la mano, entregándolo a los pobres.

San Antonio amaba a los pobres de su tiempo, los defendía contra los ricos y avaros usureros que los explotaban, y en sus sermones recomendaba a todos su predilección por los necesitados. He aquí algunos de sus pensamientos:

- "Da limosna al peregrino y al pobre; los bienes, en parte, le pertenecen».
- “Da limosna al pobre, no sólo con la mano, sino con el corazón".
- "El cielo sea para tí el pobre. Deposita en él tu tesoro para que tu corazón esté allí siempre".
- "En vano extiende sus manos para pedir perdón a Dios, quien no las extiende para ayudar al pobre".

San Antonio fue un enamorado de Jesús y así lo expresaba en uno de sus sermones:

"Jesús es un nombre dulce, nombre delicioso, nombre que alimenta al pecador y le da la dichosa esperanza; nombre que es, como dice San Bernardo, júbilo para el corazón, melodía para el oído y miel para la boca".

"Si tú predicas a Jesús, Él ablanda los corazones. Si lo invocas, dulcifica las ásperas tentaciones. Si piensas en Él, ilumina tu corazón. Si lo lees, sacia tu mente". 

Al igual que Benlliure, Murillo y otros artistas nos han deleitado, representándolo con el Niño Jesús, como sello distintivo de su vida gastada en el amor a Jesucristo.