La Dolorosa
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María supo que una espada atravesaría su alma. Siete dolores abrieron su corazón: la profecía de Simeón, la huida a Egipto, la pérdida durante tres días, el encuentro con su Hijo camino del calvario, la crucifixión y muerte, la bajada del cuerpo de la cruz y la sepultura de Jesús.
Desde el siglo VIII, los fieles comenzaron a componer himnos de amor y gratitud hacia la Virgen Dolorosa. En el siglo XIII encontramos el “Stabat Mater”, el himno más hermoso dedicado a la Dolorosa y musicalizado por más de doscientos compositores de reconocido prestigio. Lope de Vega hizo la traducción más sublime que recoge la liturgia de la horas.
Algunas estrofas rezan así:
La Madre piadosa estaba
junto a la cruz y lloraba
mientras el Hijo pendía;
cuya alma, triste y llorosa,
traspasada y dolorosa,
fiero cuchillo tenía.
¡Oh cuán triste y cuán aflicta
se vio la Madre bendita,
de tantos tormentos llena!
Cuando triste contemplaba
y dolorosa miraba
del Hijo amado la pena.
María prometió gracias especiales a quienes honren sus siete dolores:
Paz a las familias, sería iluminadas sobre los Divinos Misterios, consolados en sus dolores y acompañados en sus trabajos, concesión siempre de todo cuanto pidan y cuando no se opongan a la adorable voluntad de su Divino Hijo o a la santificación de las almas, defenderá de sus batallas espirituales con el enemigo interior y protegerá cada instante de su vida, ayudará visiblemente en la hora de su muerte viendo la cara de su Madre…
María nos recuerda: “He conseguido de mi divino Hijo que, cuantas propaguen esta devoción, serán trasladadas de esta vida terrenal a la felicidad eterna directamente, pues serán borrados todos sus pecados y mi Hijo y Yo seremos su consolación eterna y alegría"
La preciosa talla de nuestra Virgen Dolosa recibe culto en una de las tribunas, junto al presbiterio. En la Semana Santa de 1948 salió por primera vez en procesión junto a Nuestro Padre Jesús, una efigie, obra en talla de García Irurozqui.
Por expreso deseo de los Duques de Medinaceli, se construyó en 1953 una capilla-panteón para que acogiera en su día sus restos mortales. En cada uno de los lados se ubica un sarcófago de mármol, donde descansan don Luis Jesús Fernández de Córdoba y Salabert, y doña Mª Concepción Rey de Pablo-Blanco, segunda esposa del Duque. Los frescos del techo son de Enrique Segura y representan escenas bíblicas. Preside el altar un lienzo de Cristo Crucificado. Proyectó el panteón el arquitecto Luis Gutiérrez Soto.